En mi casa, contándonos a
my boy y la nena, somos cuatro: Nosotros, la cachorrilla (más conocida como Kira) y el gatito (Uli, para los amigos, como ya os dije en el post de su presentación oficial).
Bueno, pues éramos cuatro hasta el domingo por la noche.
My boy y yo, habíamos ido a ver el fútbol a casa de unos amigos y habíamos dejado a la cachorrilla con sus papis (con los de mi nene…no con los de ella, que esos a saber ande andarán…) en la casa de campo.
Tras los ciento y pico minutos de infarto y los ya más famosos penaltis de la historia de la sele, pues nos fuimos en busca de la cachorrilla para poner rumbo a la city, que al día siguiente había que madrugar…
Iba yo tan feliz detrás de mi nene, dando saltitos de alegría (los restos de la celebración y tal…vamos, sin excusas, haciendo el tonto) en dirección al coche, cuando de repente, él se para en seco y yo me choco de morros contra su espalda. Alaaa…toma porrazo en la nariz…así, sin venir a cuento ni na… Entonces él se agachó y yo tuve campo de visión suficiente para ver a un cachorrillo igualito igualito que el prota de cierto anuncio de papel higiénico.
- Oooooooooooooh. – (Exclamación mía, que traducida viene a ser algo como: ¡Que cosa más bonitaaaa!).
Lo acariciamos un poquillo…y cuando echamos a andar para el coche el cachorrillo se venía detrás. Y yo pensando: “Ummm…esta situación me suena, lalala…” Y my boy, seguramente pensando: “Oh, oh…está situación se repite en mis pesadillas todas las noches…”
Y llegamos al coche…y nos quedamos parados cada uno en su puerta y el cachorrillo a los pies de mi nene. Y nos miramos. Y miramos al cachorrillo…Y el muy jodio ¡salió corriendo! Claro, demasiados miramientos! Eso y que vislumbró en la penumbra de la noche a otro perro que correteaba en el descampado de en frente y para allá que se fue él también. Así que, allí dejamos al cachorrillo, más feliz que una perdiz jugando con su nuevo amiguito.
Durante el camino de ida en busca de la cachorrilla, ninguno de los dos sacamos el tema, pero los dos sabíamos que el cachorrillo había tenido muchísimas papeletas de terminar subido en el asiento de atrás del coche…
A mi se me quedó por dentro una sensación extraña. No sé, como si aquella noche estuviera destinada a que volviéramos a casa uno más de los que salimos y nosotros hubiéramos dado de lado al destino…
My boy, seguramente iría tan contento, pensando en el fútbol…
Y llegamos a la casa de campo a recoger a la cachorrilla. Salgo del coche, y mientras la pequeñaja me saluda con sus habituales volteretas de alegría a mis pies, siento la mirada de todo el mundo clavada en mi… “¿???? ¿Qué pasa? ¡Juro que yo no he sido! Sea lo que sea se ha roto solo!”
- Marta, te han traído un regalito…
Sigo a la voz con la cabeza, y cuando mi vista llega hasta su propietaria, ella hace un gesto con los ojos hacia abajo. Yo, obediente que es una, miro hacia abajo y…
- Ooooooooooooooooooh – (expresión mía traducida unos párrafos más arriba)
Encima de la mesa, había una gatita blanca, super chiquitina, con unos ojazos azules impresionantes y con un lacito de regalo en el cuello.
Lo único que saló de mi boca durante laaaaargos minutos, mientras acariciaba aquella bolita blanca eran las siguientes expresiones: ¿es para mí?, Pero ¿de verdad es para mí?, ¿Seguro que es para mí? ¿en serio, en serio?
Y es que, todo el mundo que me conoce sabe sobradamente de mi amor incondicional por los animales, y mucho más incondicional por los gatos. Todos sabían que yo siempre he querido una gatita blanca, pero que como ya tenemos un gato y una perrilla pues……….hasta que un amigo de los papis de mi nene, decidió el domingo que era hora de dar el empujoncito y regalármela.
My boy…ains, pobre
my boy, pues al verme con los ojillos rebosando ilusión, cuando le miré pidiendo su opinión, simplemente se limitó a sonreírme. Pero seguro que él también está super contento con la gatita, porque ahora, se lo pasa pipa jugando con la ella a todas horas!
Lo primero, cuando conseguí relajar mis neurona de la emoción del momento (oseasé, al día siguiente, :P) fue pensar en un nombre…Así nos sentamos my boy y yo y nos quedamos mirándola, pensando nombres que le pegaran. Estuvimos a puntito de llamarla Viena (por lo del partido y los históricos penaltis…jeje), pero es que a mi me sonaba a barra de pan… :S Así que, al final, se ha quedado con Mika (y no…no tiene nada que ver con cualquier cosa que pudierais leer en mi post anterior. Cualquier relación con dicho post, será pura coincidencia…)
Si ya decía yo, que el destino quería que aquella noche pasáramos a ser cinco en casa…